Y una vez en la isla, en tu isla, me doy cuenta de que necesito sobrevivir, necesito subir a la montaña de la ilusión todos los días para coger esos frutos de esperanza tan sabrosos y que me llenan de vida, que me hacen esbozar una sonrisa...y tirarme en tus playas, de arena fina y blanca y quedarme totalmente embobado mirándola...con sus acantilados, sus pequeñas olas y su sonido que me invita a cerrar los ojos por las noches y a comprender que aunque la razón me haya abandonado, muchas veces hubiera sido mejor haberla dejado en el barco y salir yo solo de mi bote...
domingo, 29 de marzo de 2009
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